Buenos Aires, la capital de Argentina, es la mayor y la menos típica de las ciudades Sur Americanas. Su población es casi toda de descendencia europea y se escuchan muchos idiomas, incluyendo -además de español- italiano, francés, hebreo, ruso y alemán.
Buenos Aires ha sido llamada “el París de Sur América” y yo puedo testificar que en realidad luce como una hermosa ciudad europea, con todo su intenso tráfico vehicular y pedestre.
La calidad suprema de su carne y su vino ha creado un lugar especial para Argentina en la gastronomía mundial. La música popular y folclórica es otra calidad inconfundible de esta orgullosa nación. Su exponente más famoso es, por supuesto, el tango. Su mejor intérprete, Carlos Gardel, se transformó en un ídolo para millones de entusiastas. Tanto el tango como Gardel son todavía inmensamente populares hoy en día. Yo empecé a cantar tangos durante uno de los tours y los otros pasajeros me preguntaban cómo podía conocer tantos sin ser Argentino. Francamente, yo no había cantado esos tangos por cerca de 50 años, pero todavía los recordaba.
Nuestro hotel está centralmente localizado en Recoleta, un barrio que ha sido firmemente establecido como el más culto de Buenos Aires y una gran cantidad de los mejores hoteles se encuentran en sus anchas avenidas. En verdad asemeja un fino vecindario europeo.
Nuestra primera visita fue a una fábrica de artículos de piel, otra especialidad por la cual este país es conocido, donde compramos un par de abrigos y un maletín. De aquí caminamos una corta distancia hasta la calle Florida, donde se alinean las tiendas más finas, para el beneplácito de los turistas, por supuesto.
La mañana siguiente, sábado, disfrutamos de un viaje turístico por la ciudad que duró cuatro horas. La primera parada fue en “Caminito”, el sitio que hiciera famoso Carlos Gardel. Caminito está localizado en el barrio de La Boca, el cual es la cuna del tango y tradicionalmente la residencia de los más pobres ciudadanos de Buenos Aires.
Nos desmontamos del autobús cerca del monumento a José de San Martín, el liberador de Argentina. Cerca de allí está el monumento que honra a los héroes de la guerra de Las Malvinas y a unos pasos la Torre de los Ingleses, la cual fue donada por los ingleses que vivían en la ciudad para conmemorar la independencia de Argentina.
Esa tarde, otro autobús nos recogió en el hotel para ir a un restaurante-teatro donde disfrutamos de una deliciosa cena y un show de tango. Me dio una alegría inmensa poder escuchar una de mis orquestas favoritas que era muy famosa en Cuba cuando yo era un adolescente, la orquesta de Luis D’Arienzo.
La mañana siguiente nos fuimos a las Pampas, que es algo que yo siempre había ansiado visitar y no estaba seguro si tendríamos tiempo. Fue un día entero en la Estancia Santa Susana, donde nos esperaron varios gauchos con sus esposas vestidos en sus ropas típicas. Una campesina nos ofreció unas empanadas de carne deliciosas y también jugo de naranja acabado de exprimir. La vista de la parrilla era increíble. Era de 10 x 40 pies de tamaño y tenía suficiente carne, pollo y chorizos para alimentar a los visitantes, que ese día eran cerca de 500. Al sonido de una campana, todos nos sentamos en largas mesas y las esposas de los gauchos procedieron a servirnos todos aquellos manjares, trayendo botellas tras botellas de exquisito vino argentino.
Después de esta opípara cena, el show comenzó, con diferentes bandas y bailes, todos actos profesionales y muy entretenidos, especialmente el de un gaucho con sus boleadoras. Entonces nos fuimos afuera y nos sentamos en un largo estadio, donde fuimos tratados con un espectáculo de caballos, otra especialidad de los gauchos.
La mañana siguiente, domingo, nos llevaron por tren a Tigre Delta, un pueblito encantador a una hora de Buenos Aires, donde embarcamos en un bote para pasear por el río Paraná, el cual es tributario del Río del Plata. Este pueblito era el lugar de veraneo de la gente afluente de la ciudad, pero ahora estaba siendo usado como domicilio permanente, a pesar que la única forma de transporte es por bote.
Después de esta agradable visita, nos dejaron en el barrio de San Telmo, donde se celebra una feria todos los domingos. Está centrado alrededor de la Plaza Dorrego, donde hay varias tiendas de antigüedad. San Telmo siempre ha discutido su reclamo de ser la cuna del tango. Cantidad de grupos estaban tocando en las aceras, la mayoría compuestos de jóvenes que lo hacían muy bien. Los cantantes también eran excelentes. Cuando oí uno de ellos cantando uno de mis tangos favoritos, “Niebla del Riachuelo”, no me pude contener y comencé a cantar junto con él. Demás está decir que nos aplaudieron efusivamente.
De allí caminamos hasta la Plaza de Mayo, en frente de la Casa Rosada (el Palacio de Gobierno) el Cabildo y la majestuosa catedral de estilo romano. La Casa Rosada, de decidido estilo Francés, fue fabricada en 1580 y es una de las mayores atracciones turísticas de la ciudad. En su frente está el balcón desde donde Evita Perón exhortaba a las multitudes.
Nos fuimos al restaurante La Estancia en la calle Lavalle (pronunciada Lavashe por los porteños) la cual es otra calle peatonal. Nos sirvieron dos porciones grandes de puerco y un bistec bien grueso, encima de una pequeña hornilla. Nosotros cortábamos pedazos de ambas carnes y las calentábamos, alternando con la ensalada y el pan. El lechón asado es el más exquisito que había comido hasta ese momento (hasta el pellejito estaba bien tostado). Por mucho que tratamos, no pudimos acabarlo todo. Esta espléndida cena, con cervezas, nos costó menos de $20.00. Después de ahí entramos a una casa de discos. Tenían todo lo que yo siempre anhelaba poseer y acabé comprando 8 CDs.
Necesitábamos una buena caminata para poder digerir esta opulenta cena y la Avenida 9 de Julio estaba a unas dos cuadras de distancia. Esta avenida es la más ancha del mundo. Cada lado consiste de 7 vías, un área de árboles, y tres vías más. ¡Un total de 20 vías de un lado a otro! El obelisco en medio de la ancha avenida es el símbolo de Buenos Aires y tiene casi 200 pies de altura. Fue erigido para celebrar el aniversario 400 de la fundación del país en 1538.
Entonces caminamos como 8 cuadras para ver la dirección más famosa de Buenos Aires, Corrientes 348, la cual es descrita en otro tango famoso y trata sobre una casa de mala reputación. La realidad es que esa clase de establecimiento nunca existió allí, solamente en la imaginación del autor. Pero una placa muy colorida proclama su derecho a la fama. Otras cinco cuadras más y arribamos a Puerto Madero. Ya estaba oscureciendo y la vista del canal y las luces reflejándose en él era asombrosa.
Lunes es la fecha de regreso pero el avión no sale hasta las 10:00 PM, así que aprovechamos y nos fuimos al cementerio Recoleta, uno de los más antiguos del país. Está localizado en una de las zonas más animadas y bulliciosas de la ciudad, al cruzar una serie de restaurantes y cafés al aire libre. El pequeño cementerio esta atestado de mausoleos y estatuas (algunas de Rodín). En sus intricadas pasarelas, sobre y bajo tierra, descansan los restos de muchas figuras históricas, desde héroes de la independencia hasta famosos presidentes, incluyendo a Eva Duarte de Perón, la famosa Evita.
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