Friday, January 7, 2011

YO SOY UN SOFA.

NOTA DEL AUTOR: Por los años 60´s, la revista Reader´s Digest publicó una serie de artículos sobre la historia de artefactos comunes, detallando cuando se habían inventado, de qué materiales estaba hecho, sus distintos usos, etc., escritos desde el punto de vista del artefacto. Recuerdo uno titulado "Yo soy una taza para café.", el cual era fascinante porque te enseñaba su origen, los materiales con que se había fabricado y otros particulares. Y la parte más graciosa...la taza era la que decía el cuento!
Ahora trataré de escribir mi propia historia con la esperanza de que la encuentren interesante.  Gracias por leerla.
El Sofá.


"YO SOY UN SOFÁ


Nací en la pequeña ciudad de High Point, en Carolina del Norte. No recuerdo la fecha exacta, pero sí recuerdo que tomó más de 300 horas para concebirme!  Muchos hombres tomaron turnos para crear la hermosa bebita que soy hoy. El primer hombre en mi vida, Willy, empezó formando la armadura con madera de arce secada al horno, la cual estaba libre de corteza, nudos o defectos. La madera, no Willy.
Las puntas de los distintos trozos de madera fueron lijadas, machimbradas y pegadas con cola y reenforzadas con abrazaderas.  En algunos sitios usaron tornillos.  Esta acción era un poquito dolorosa.  Además de embarazosa.  Entonces otro hombre instaló una serie de muelles de acero en la parte de mi asiento.  Entonces me sentí bien corpulenta y estaba segura que podría aguantar cualquier carga pesada en el futuro.
Alguien se dedicó a poner cantidad de relleno por todos lados hecho de pelos de algún animal.  Creo que de puerco o de caballo.  No pude notar la diferencia, lo que sí sé es que no olía muy bien.  Este relleno era sostenido con bandas de yute, importado de la India.  Todo este relleno fue entonces cubierto con fibras sintéticas y espuma de goma.
Después de eso me movieron a otro cuarto para vestirme y quedar lista para mi entrada triunfal en el glamoroso mundo de los muebles.  Una tela de algodón-polyester fue escogida en mi color favorito: vino.  Cada pieza de tela fue medida y anotada en una lista.  Todos los paneles fueron dibujados con tiza para localizar todos los puntos donde serían cosidos y fue necesario que algunas piezas se cosieran de antemano antes de aplicarlas al resto.  La pieza mayor fue para cubrir mi asiento y las otras para mis lados y mi espalda.  Cuando estaban todas en su lugar fueron estiradas cuidadosamente y pegadas a la armadura.  Entonces me voltearon boca abajo (una posición muy avergonzante) y mi fondo fue cubierto con un material llamado cambric, el cual tiene el miserable trabajito de rechazar el polvo.  Finalmente, las cuatro patas de madera color moca fueron instaladas.
¡Y presto...ya era un sofá!  Cuando tuve la oportunidad de mirarme en un espejo, me ruboricé toda excitada.  Gracias a Dios nadie lo notó por mi color rojizo; pero me sentí muy orgullosa y emocionada con mi figura estilizada.  Mi lujoso e impecable traje de terciopelo cubriendo mis curvas exóticas era la envidia de todas las otras compañeras.  En ese momento me sentí segura de que yo estaba destinada a hacer alguien muy, pero que muy feliz.
Después de que mi glamorosa foto salió publicada en un catálogo de Crate&Barrel, una pareja de San Antonio, Allen y Aixa, se enamoraron de mí y eventualmente arrivé a su hogar en Shady Oaks.  Yo también quedé prendida de ellos y, especialmente, de sus princesas Aleina y Ailani.  Pronto descubrí que estos doctores eran una pareja de locos aventureros.  Un día, con la ayuda de sus respectivos padres, Jay, Bruni, Bob y Ful, me colocaron encima de un camioncito y me llevaron en un viaje de dos horas hasta una cabaña en el pintoriesco (?) pueblito de Utopia y me situaron en la sala.  Allí pude descansar algo; pero el día siguiente me volvieron a montar en el camioncito y nos fuimos todos hasta el parque Lost Maples, donde procedieron a cargarme por varias millas alrededor del lugar, con el solo objetivo de usarme como accesorio para unas fotos familiares.
El guardián del parque nos vio y paró su auto para ver qué estábamos haciendo.  Confesó que nunca había visto una cosa tan chiflada.  Bueno, esa es su opinión.  
Anahi y Edgar, los fotógrafos profesionales, tomaron tantas fotos que fue muy difícil escoger las mejores. Pueden mirar algunas de estas fotos en el otro título encima de mi escrito.
Yo espero que ahora que regresamos a casita podré descansar por algún tiempo.  Aunque, a lo mejor, ellos se antojan en usarme para alguna actividad perversa.
...Pero esa será otra historia.

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