Thursday, May 6, 2010

LAS AVENTURAS DE TONY CAPUTO

(FRAGMENTOS)  En el tercer grado comenzó a mostrar su profundo interés en la Anatomía.  Hasta en el recreo aprovechaba para estudiar esta interesante materia.  Siempre se escondía junto con una niñita a la que le decía: "Si tú me enseñas el tuyo, yo te enseño el mío." No en balde siempre sacaba 100 en esa asignatura.
En cuarto grado fue cuando empezó a darse cuenta de la infortunada y vergonzante profesión de su madre, cuando los compañeros de escuela lo hostigaban con epítetos y motes lacerantes.  Aunque todavía él no entendía estas palabras dominicales.
Los crueles camaradas vivían martirizándolo con nombretes y burlas. (Para que todos entendamos mejor, incluyendo Tony.) Le decían a coro: "Tonita, el hijo de Mariquita la putita." Esto encabronaba a Tony que se fajaba con todos ellos juntos.  Un día llegó a la casa lleno de arañazos y moretones y con la camisa rajada a pedazos.  Y la madre, que se había pasado toda la tarde preparando un títipo plato italiano (espaguetis con picadillo oriental) empezó a regañarlo: "Con lo que yo tengo que trabajar para comprarte ropa y tú no la cuidas".  El hijo la miraba y se mordía los labios con resabio.
"¿Por qué," pensaba, "tenía su madre que trabajar así de esa forma inrecta? (Tal vez querría decir horizontal.)  ¿Por qué sus compañeros eran tan crueles? ¿Por qué los golpes se teñían de morado? ¿Por qué los espaguetis estaban tan duros?"
La niñez de Tony no fue fácil. (Véase nota del Autor)  Sólo había un pequeño aliciente.  Cuando él se sentía triste o necesitaba algo, iba a visitar al alcalde que, como ustedes recordarán, se llamaba igual que él.
Nota del Autor: Todos estos problemas de infancia causaron un trauma psicológico en Tony que le afectó luego en su vida.  Pero esto es algo de lo que el lector se percatará en los últimos capítulos.  Yo no me atreveré a insinuarlo ahora.
Para el quinto grado, las quejas de las maestras de Tony eran rutinarias.  (La mayoría de las profesoras de quinto grado son así de quisquillosas y pedantes.  Díganmelo a mí, que estoy casado con una.)  A cada rato el director mandaba a buscar a la madre de Tony para darle las quejas por la forma en que se portaba.  Pero nunca fue expulsado ni castigado severamente.  El director se aseguraba siempre de tener la entrevista con su madre después de las horas de clases cuando ya todos los maestros se habían marchado a sus casas.
En una de estas entrevistas, el conserje de la escuela entró inesperadamente en la oficina y los agarró en posición bien comprometedora.  (No digo in fraganti, porque ni el conserje ni los otros hablaban latín.)  El Sr. Guaglioni, otro pícaro italiano de bisoñé más negro que un pizarrón, a quien los empleados de la escuela apodaban "señor Director", quiso darle una explicación lógica -aunque ingenua e inconcevible- al conserje.  Es que estaba tratando de explicarle a la señora Maruca las cosas que Tony le dice a la maestra que le quiere hacer.
El limpiador de excusados se quedó boquiabierto, movió su cabeza afirmativamente y, sin mover los labios, contestó con esa innata elocuencia que solamente los conserjes de escuela poseen: "Ahá."
Maruca se excusó también diciendo: "Es que estaba de rodillas rogándole al director que perdonara a mi niño."
Y el gerente de los trapeadores repitió: "Ahá.'"
El que tenía el bisoñé le rogaba al que tenía la escoba: "Te suplico que no repitas esto porque me puede costar el puesto."
"Ahá."
Y la que había colgado los calzones encima de una silla, le imploraba, "Fíjate que me podrías arruinar mi reputación."
El mil usos por fin cerró la boca y, extendiendo admirablemente su vocabulario, exclamó: "Pues fíjese, señora, que yo también tengo mis quejas de Tony.  El otro día me robó seis rollos de papel sanitario y me tupió tres inodoros.  Mire, venga conmigo que le voy a enseñar de dónde los agarró."
Maruca se marchó con el conserje al closet de éste. Que no era muy amplio ni muy cómodo.  Y el director se quedó en su oficina sin poder terminar...su entrevista.
Menos mal que se evitó el escándalo, ya que nadie se enteró de lo sucedido.  Excepto, por supuesto, los otros dos conserjes, la secretaria del director, la maestra de Tony y la profesora de música, que se puso a tararear "Alánimo, alánimo, la fuente se rompió..."  Para tratar de evitar, inútilmente, orinarse de la risa.
Pero todo fue para bien de la escuela.  La secretaria y la maestra de Tony y la de escaso control vejigal ahora podían agarrarse hora y media para el almuerzo.  Y a los conserjes les aumentaron el presupuesto para papel sanitario.
Estos son fragmentos de un capítulo de mi novela LAS AVENTURAS DE TONY CAPUTO.   Para información en cómo adquirirlo, contácteme a alvarcorp@msn.com.

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